La proteína, comúnmente ligada al objetivo de hipertrofia muscular (aumentar el tamaño de los músculos). Anteriormente este objetivo se conseguía a través de la ingesta de esteroides anabolizantes, pero una vez su uso fue prohibido en competición, aparecieron en el mercado los concentrados proteicos.
El contenido proteico de estos concentrados suele derivar de leche, huevos o proteína de soja por lo que una correcta ingesta de estos alimentos en su forma natural iguala la cantidad de proteína que se podría adquirir con respecto a un suplemento con el mismo valor nutricional.
Además, nuestro cuerpo no dispone de reservas concretas de aminoácidos (a diferencia de lo que ocurre con la glucosa que se acumula en forma de glucógeno, o los ácidos grasos en forma de triglicéridos) por lo que una ingesta excesiva de proteína, es decir, de aminoácidos, pueden dar lugar a la transformación de los restos hidrocarbonados, en grasa. Es por esto por lo que las suplementaciones proteicas tienden a aumentar el peso corporal mayoritariamente por aumento de porcentaje graso en vez de magro. Además, un exceso en la ingesta de proteína implica un mayor trabajo para los riñones, ya que, en el proceso de degradación de aminoácidos, se genera amoniaco que se expulsa del cuerpo a través de la urea.
En resumen, la cantidad de proteína que debe ingerirse al día debe oscilar alrededor de los 0’8 gr/kg corporal pudiendo aumentarse ligeramente hasta 1’2 gr/kg corporal en el caso de los deportistas de fuerza o resistencia. En ningún caso esta cantidad puede superar los 2 gr/kg corporal. Se debe llevar una dieta variada rica en proteína, ya sea vegetal o animal que cubra estas necesidades nutricionales, y en el caso de no ser así, consultar con un especialista antes de comenzar con la suplementación.
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